El Corazón de Jesús les dice continuamente: ¡Ámenme y hagan que los demás me amen”.
Tengan solamente a Dios en la mente y en el corazón, todos los días, de la mañana a la noche.
Un alma amante de Jesús no se deja abatir ni vencer por ninguna dificultad, porque siempre el amor es fuerte como la muerte, combate con ella y no se deja vencer.
Hemos sido creados para transformarnos en Dios
Hemos sido creados para amar a Dios
Hemos sido creados para poseer a Dios
Dediquémonos a amar a Dios, porque si lo amamos ¡lo hemos de poseer!
Si nuestro fin es conocer a Dios ¿cómo no habría de ser también amarlo? Porque no es posible conocer la belleza y no amarla.
Dios nos ama. Dios está dispuesto a amarnos para siempre, aunque nosotros seamos indignos de su amor.
Vuestro corazón no es vuestro. Dios se lo está pidiendo.
El amor trae consigo todas las virtudes y no hace sentir las penas de la vida.
Que el salir del sol nos encuentre haciendo actos de amor a Dios y su ocaso nos halle estrechamente unidos a Él.
Para reparar el tiempo quje no hemos amado a Dios, aumentemos los actos de amor hacia Él.
Dios no esperó nuestro amor, se adelantó a dárnoslo.
¿Queremos estar seguros del amor de Jesús? Elevemos la mirada y veámoslo colgado en la cruz.
Tratemos de enfervorizarnos en el amor del Señor teniendo siempre ante los ojos el Crucifijo.
Un alma que ama a Dios no desea otra cosa que sacrificarse por Él y toda pena para ella es un hogar..
Caridad, caridad con todos; no olviden que ustedes son religiosas para practicar la caridad.
La caridad es la reina que se asienta sobre el trono de la humildad y todas las demás virtudes a su lado son como sus doncellas.
Hijas mías, devolvamos bien por mal. Así nos ha enselado Jesús, si queremos imitarlo.
Hijas mías, vuestros ojos y vuestros corazones deben ser sencillos, rectos, y tienen que nutrirse siempre de miel.
El primero de sus deberes es el de amar tiernamente a las enfermas, reconociendo en ellas a la persona llena de dolores de nuestro Salvador Jesucristo
Vuestra caridad debe ser una copia de la caridad que nos tiene nuestro Padre celestial.
No pretendan ser como las piedras de los hitos que muestras a los demás la ruta hacia ellas si están firmes en un solo lugar; por el contrario, esfuércense cada día por dar pasos hacia delante en las virtudes.
Haga todo y sólo por el Señor, sirviéndole con mucho esmero y humildemente en estos pobres enfermos.
Debes sentir gusto por servir a tu divino Esposo en la persona de estos enfermos y tendrás un paraíso anticipado.
Muy querida hija, mira siempre a estas jovencitas como confiadas a ti por su divino Esposo y considéralas como la pupila de sus ojos.
Que no nos importen tanto nuestras comodidades, más bien sacrifiquémonos voluntariamente para corresponder a nuestra santa vocación que es únicamente la gloria del Señor y la santificación de las almas.
Te dejo en los Sagrados Corazones de Jesús, María y José en los que con frecuencia queremos encontrarnos.
Efectivamente, las Hermanas de
Continúa la obra del Padre Luis en la humildad de un fidelísimo servicio diario de sus “fiutis” (hijitas), como le gustaba llamarlas en friulano a sus religiosas.
San Luis, más que nunca, está ahora vivo en el amor evangélico que impulsa a las Hermanas de
La muerte del Padre Luis fue ejemplar. Había pedido llegar a ser una copia de Cristo y su última enfermedad fue una especie de Calvario, hecho de sufrimientos físicos y morales, que él supo afrontar con un espíritu de total abandono en Dios.
Se había preparado con el “noviciado para el Cielo”, bajo la dirección de Sor Agustina a quien le había pedido que le echara en cara sus defectos y culpas además de imponerle penitencias duras y humillantes. Para lograr vencer su falta de sumisión, el santo se puso de rodillas, implorándole en virtud de la santa obediencia que fuera su maestra de noviciado: “Ayudémonos mutuamente a ser santos”, le decía para animarla.
La enfermedad y la muerte no lo hallaron sin preparación, aunque el médico luchó para convencerlo de que debía quedarse en la cama: Tenía demasiados “asuntos que despachar” y no había motivo para dar tanta importancia “a una enfermedad tan insignificante como ésta”, decía.
Se trataba de un pénfigo, una forma grave de dermatitis purulenta. Decía: “Así quiere nuestro Padre que está en los cielos que sean las cosas, y así también nosotros debemos tomarlas”.
Asimismo, en los momentos de mayor sufrimiento: “Bonum mihi, Domine, quia umiliasti me” (Te agradezco, Señor, porque me has humillado).
Las Madres superioras de las casas, por turno, se acercaron a su cabecera, que se convirtió en su última cátedra de santidad. A cada una, indefectiblemente, le daba su despedida más cariñosa: “A rivederci un Paradiso”. Despuésm una noche, se le aparecieron las santas Ana, , Marta y las tres santas (María Magdalena, María Cleofa y María Salomé): “Las he venerado siempre -le confesó a Madre Cecilia, ala General-, esta noche han venido a avisarme”.
Antes de morir quiso despedirse de todos, inclusive del albañil, el jardinero, el jornalero; los abrazó a todos. Al final su última profecía parea las Hermanas: “
Era el 3 de abril de 1884, cuando ya avanzada la mañana, el Padre Luis se unía a la compañía de los santos en el Paraíso.
En su funeral participó una gran multitud de gente. Sus restos mortales, por su expresa voluntad fueron llevados a la casa de Orzano que él había comprado para la provisión de hortalizas y víveres para la casa de
El 23 de abril de 1952, la urna con sus restos fue trasladada a Udine, depositada en la iglesia de San Cayetano, en
La vida espiritual del Padre Luis era profunda y alimentada de simples y esenciales elementos. Su visión teológica hacía referencia a la teologñia de la kénosis, a
El Padre Luis buscaba todos los modos posibles para vivir en su vida esta verdad de fe. Practicó la humildad en sumo grado, dando ejemplo él primero, buscando en todo considerarse nada, deshaciéndose de todas sus propiedades, hasta de su ropa. Al final de su vida se puso bajo la guía espiritual de una de las Hermanas, a quien le pedía que le ayudara a vencer hasta la última resistencia, la que según él era la tentación más peligrosa: el orgullo espiritual de considerarse algo importante por el hecho de ser fundador.
Y quiso imitar a Jesús en la inmolación, dando toda su vida en favor del prójimo, sin retener absolutamente nada para sí, mortificándose continuamente hasta los límites del exceso.
Quería ser “una copia de Jesús”, tenía un gran amor por la humanidad del Hijo de Dios, sentía una incontenible sed de Dios que sólo podía saciarla en
No se resistía a fomentar rasgos interesantes de la religiosidad popular. Uno de ellos, entre otros, la práctica de la comunión de los Santos, su devoción a una serie impresionante de santos: desde
Toda su vida ha sido como un Oratorio compartido con todos los santos, cuya presencia casi física advertía.
No dejó escritos de gran valor teológico, pero quedan algunos apuntes personales y, sobre todo, numerosas cartas que el santo escribió a sus Hermanas, para animarlas, para seguir su itinerario espiritual; en ellas ha vaciado toda la intensidad de su vida cristiana y sacerdotal; en ellas se puede percibir la esencia de su dinamismo apostólico.
El Padre Luis vivió en tiempo que no eran nada fáciles. El ‘800, también en el Friuli, fue una época de grandes turbulencias sociales y políticas y de grandes revoluciones socioculturales. Con la llegada de Napoleón llegaron también los vientos de la revolución, un espíritu iluminístico, un estilo de gobierno con fuertes acentos anticlericales e irreligiosos. Inclusive bajo el imperio austro-húngaro no fue fácil conservar la libertad de religión, que el josefinismo pretendía reglamentar y controlar. El analfabetismo tenía altos porcentajes, sobre todo en el sector femenino. El Padre Luis fue un precursor de la promoción de la mujer, dedicando todas sus energías a las niñas, a las jóvenes y, finalmente, a las Hermanas.
Otra muestra de la actualidad de su personalidad fue la constante preocupación por conservar la libertad y la autonomía de sus obras, sobre todo la libertad de educación, la autonomía del proyecto educativo para su Casa, contra las intenciones del gobierno austriaco primero y después del gobierno italiano que querían tenerlo bajo su control. Era mejor no recibir ningún reconocimiento antes que estar sometidos a tutelas extrañas. Era mejor renunciar inclusive jugosas subvenciones públicas antes que renunciar a la libertad de educación.
A favor de las Hermanas no cesaba de reivindicar la dignidad y defender lo que estaba ya hecho, pidiendo a diversas instituciones que reconocieran su valor.
Y cuando los diferentes regímenes que se iban sucediendo amordazaban a
No fue un santo aislado, sino que participó en todas la dificultades de
Además de la comunión con su Iglesia, demostró prácticamente un espíritu misionero abierto que le permitió corresponder prontamente a las solicitudes de presencia de sus Hermanas en lugares cada vez más lejanos, primero en localidades friulanas, después en el Trentino, el Tirol y en Istria. Lo importante era ponerse la servicio de los pobres, que para él eran la encarnación viviente de Cristo.
Las Hermanas de
Pero la cosa jamás pudo atracar en ningún puerto. Eran señales de
Y fue así que surgió la congregación de las Hermanas de
Las primeras colaboradoras eran almas sencillas y generosas, totalmente consagradas a Dios y al prójimo. Así quería que fueran “sus” religiosas: dóciles instrumentos de
Y las quería valientes. Afuera por las calles de Udine en 1848, cuando se enardecían el cerco y los bombardeos austriacos, para socorrer a los heridos sin importar que fueran de un frente o de otro. ¿Miedo de morir? Claro que sí, pero se vencía el miedo a la muerte por el amor de Jesús. Luego de bendecirlas, les decía, si Dios quiere, “Arrivederci in Paradiso”, ¡hasta que nos volvamos a ver en el Paraíso!
Afuera, por los caminos del Friuli en 1855, cuando arreciaba el cólera y los pobres morían como moscas, las Hermanas iban a buscar a los enfermos en sus casas y los curaban, sin ningún temor de contagiarse de las enfermedades.
Además de que estuvieran fuertes espiritualmente, las quería también profesionalmente bien preparadas. Previendo los bombardeos austriacos y de la necesidad de socorrer a los heridos, el Padre Luis se preocupó de llamar al Dr. Giacomo Zambelli, para que preparara a las Hermanas y les diera los elementos indispensables de enfermería. La misma preocupación que tuvo para cualquier otra actividad de caridad: abrió una escuela profesional para las Hermanas que tenían que enseñar; a otras las envió para que aprendieran asistencia hospitalaria, además de prepararse en cuanto al lenguaje de sordomudos y entrenamiento para la atención de los enfermos mentales. Y toda nueva iniciativa era estudiada en sus particularidades para que nada fuera improvisado.
Ministras su amadísimo y muy estimado hermano Carlos aún vivía, don Luis trabajaba en la sombra, pero eficiente en la conducción de la casa, verdadero animador social y espiritual del grupo de mujeres que se habían reunido en torno a él para trabajar como voluntarias en la obra.
En 1854 muere su hermano Carlos y el Padre Luis debe asumir sobre sí toda la responsabilidad de
Fueron años muy duros los que se tuvo que pasar bajo las espuelas de Napoleón, un opresor y confiscador de los bienes de
No uno sino muchos episodios como éste contaban las Hermanas y nos hacen comprender la relación privilegiada que el santo tenía con
En el Friuli la carestía, el hambre, las enfermedades y las guerras marcaron los años de
Un filipino, el P. Gaetano Salomoni, abrió en Udine la “Casa delle Derelitte”, poniéndola bajo la protección de
En auqellos años no era fácil llevar adelante uan casa de ese tipo ni dar alimentación a las chicas. Ya cuando era seminarista San Luis salía por los caminos del Friuli a pedir limosna, para dar una mano a su hermano. Pero después que de hecho la dirección de la casa quedó en sus manos, los ingresos se consolidaron. Sin duda alguna merced a
Fueron centenares las chicas a las que recibió en la casa; a ellas hay que añadir también a las jóvenes que fueron recibidas en
O Coração de Jesus diz continuamente: amai-me e fazei-me amar!
Deus vos tem em mente e no coração todos os dias, da manhã à noite.
Uma alma amante de Jesus Cristo não se deixa abater e nem vencer por nenhuma dificuldade, porque sempre o amor é forte como a morte, luta com ele mas não se deixa vencer.
Somos criados para transformarmo-nos em Deus.
Somos criados para amar a Deus.
Somos criados para possuir Deus.
Dediquemo-nos a amar a Deus, porque amando-o o possuiremos.
Se o nosso objetivo é conhecer a Deus, como não deve ser também aquele de amá-lo? Porque não é possível conhecer a beleza e não amá-la.
Deus nos ama. Deus está disposto a nos amar para sempre, apesar de sermos indignos de seu amor.
O vosso coração não é vosso? Deus lhe pergunta.
O amor atrai a si todas as virtudes, e não faz sentir o peso das dificuldades da vida.
O nascer do sol nos encontre em atos de amor a Deus e, ao pôr do sol estreitamente unidos a Ele.
Para reparar as nossas faltas de amor a Deus, aumentamos os atos de amor para com ele.
Deus não esperou o nosso amor, mas antecipou-o.
Queremos assegurar-nos do amor de Jesus? levantemos os olhos e olhemo-lo pendurado na cruz.
Vejamos de inflamarmo-nos no amor do Senhor, tendo sempre diante de nossos olhos o crucificado.
Uma alma que ama Deus não deseja senão, sacrificar-se por Ele, e cada reprovação para ela é benvinda.
Caridade, caridade com todos: não se esqueça de que vocês são irmãs para praticar a caridade.
A caridade é a rainha sentada no trono da humildade e, todas as outras virtudes estão ao seu lado, como tantos anjos.
Minhas filhas, façamos o bem, ele deve prevalecer sempre sobre o mal. Assim Jesus Cristo nos ensinou, se queremos imitá-lo.
Minhas filhas, os vossos olhos, vossos corações sejam simples retos e sempre nutridos de mel.
O primeiro dos vossos deveres seja o de amar com ternura os doentes, reconhecendo neles a pessoa dolorosa de nosso Salvador Jesus Cristo.
A vossa caridade seja uma bonita cópia da caridade, que exerce o nosso Pai Celeste.
Não quereis ser como líderes influentes que indicam aos outros o caminho, mas eles mesmos não estão firmes. Esforçai-vos todos os dias para dar passos no caminho da vivência das virtudes.
Faça tudo e só para o Senhor, servindo-o cuidadosamente e humildemente nestes pobres doentes.
Sinta o prazer em servir o teu divino esposo na pessoa destes doentes, e terás o paraíso antecipado.
Querida filha, olha para estas meninas como se te fossem entregues pelo teu divino esposo e, as tenhais como a pupila dos teus olhos.
Deixemos as nossas comodidades e sacrifiquemo-nos com boa vontade para corresponder a nossa santa vocação, que é só a glória do Senhor e a santificação das almas.
Vos deixo nos Sagrados Corações de Jesus, Maria e José nos quais muitas vezes, queremos encontrar-nos.
Il Cuore di Gesù continuamente vi dice: amatemi e fatemi amare!
Dio solo abbiate in mente ed in cuore, ogni giorno, dalla mattina alla sera.
Un'anima amante di Gesù Cristo non si lascia abbattere, né vincere da nessuna difficoltà, perché sempre l'amore è forte come la morte, combatte con essa e non si lascia vincere.
Siamo creati per trasformarci in Dio.
Siamo creati per amare Dio.
Siamo creati per possedere Dio.
Diamoci ad amare Dio, perchè con l'amarlo lo possederemo!
Se il nostro fine è di conoscere Dio, come non deve essere anche quello di amarlo? Poiché non è possibile conoscere la bellezza e non amarla.
Dio ci ama.
Dio è disposto ad amarci per sempre, quantunque noi siamo indegni del suo amore.
Il vostro cuore non è vostro, Iddio lo domanda!
L'amore trae a sé tutte le virtù e non fa sentire le pene della vita.
Il levar del sole ci trovi in atti di amore di Dio ed il suo tramontare a Lui strettamente uniti.
Per riparare al tempo che non abbiamo amato Dio, aumentiamo gli atti di amore verso di Lui.
Dio non aspettò il nostro amore, ma lo prevenne.
Vogliamo accertarci dell'amore di Gesù? Alziamo gli occhi e vediamolo pendente sulla croce.
Vediamo di infervorarci nell'amore del Signore, avendo sempre innanzi agli occhi il Crocifisso.
Un'anima che ama Dio non desidera che di sacrificarsi per Lui ed ogni pena per lei è cara.
Carità, carità con tutti: non dimenticate che siete suore per esercitare la carità.
La carità è la regina assisa sul trono dell'umiltà e tutte le altre virtù sono ai suoi lati come tante ancelle.
Figlie mie, facciamo bene per male.
Così ci ha insegnato Gesù Cristo, se vogliamo imitarlo.
Figlie mie, i vostri occhi, i vostri cuori siano semplici, retti ed abbiano a nutrirsi sempre di miele.
Il primo dei vostri doveri è quello di teneramente amare le ammalate, riconoscendo in esse la persona addolorata del nostro Salvatore Gesù Cristo.
La vostra carità sia una bella copia della carità che esercita il nostro Padre celeste.
Non vogliate essere come le pietre miliari che insegnano agli altri la via ed esse se ne stanno ferme, ma sforzatevi ogni giorno di fare dei passi avanti nelle virtù.
Faccia tutto e solo per il Signore, servendolo premurosamente ed umilmente in questi poveri ammalati.
Abbi gusto di servire il tuo divino Sposo nella persona di questi ammalati e avrai un paradiso anticipato.
Carissima figlia, guarda sempre queste giovanette come consegnatele dal tuo divino Sposo ed abbile come una pupilla del suo occhio.
Vadano le nostre comodità e sacrifichiamoci volentieri per corrispondere alla nostra santa vocazione
che è la sola gloria del Signore e la santificazione della anime.
Ti lascio nei SS. Cuori di Gesù, Maria, Giuseppe nei quali spesso vogliamo trovarci.
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